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domingo, 19 de septiembre de 2010

Otoño

Bueno para mí ya es oficial: el verano ha acabado, y no me lo dice ni el calendario, ni la televisión ni nada, me lo ha dicho la primera manzana asada de esta estación que comienza.
Cada persona tiene sus propios rituales, a un extraño quizás le resulten desconcertantes o carentes de significado pero para nosotros encierran un significado especial, y quizás, solo quizás, algún día te animas a compartirlo.
Esta manzana asada me ha dicho muchas más cosas este año que los anteriores, no sé si porque he aprendido a escuchar mejor o porque este año tenía más que decir...

La tersura de la piel y el jugo me han hablado de juventud y de vida y de lo rápido que se oxidan...
Pelarla y el corte que adorna mi índice (y el flujo de sangre) ha supuesto dejar también mi corazón al desnudo  igual que la sangre aflora; admitir ciertas cosas ante mí misma: casi no me reconozco de un año a aquí de lo que he cambiado (para bien supongo), y ahora las cosas van a seguir cambiando; es el ciclo de la vida, lo sé, pero no puedo evitar el intentar resistirme a ciertos cambios, igual que un trozo de manzana se vuelve seco y marrón al desgaste del aire y el sol.

Mi árbol se queda un poco más vacío por el lapso de un año, y quizás al siguiente, todo haya cambiado pero al mismo tiempo, todo permanezca como antaño; quien sabe, los frutos maduran y no dejan de crecer...

martes, 7 de septiembre de 2010

Fears

Hace ya un tiempo tuve una conversación de lo más particular con una amiga, no sé si de verdad o sólo de paso por mi vida, y hablábamos de lo que nos asustaba, nos daba pavor; siempre salen los miedos típicos, a la oscuridad, a volar, a las arañas... pero hizo falta un lapso para que yo me diese cuenta de que nos faltaba uno, el innombrable, que no se nombra con la esperanza de conjurarlo o hacer como que no existe si no es verbalizado: el miedo a la soledad.
Porque reconozcamoslo, tenemos mucho miedo a la soledad, a un día despertar, tener un problema y no tener a nadie que esté dispuesto a compartirlo o al menos a escucharlo, a caer a plomo privados de la 'red' de seguridad que suponen nuestros lazos con los demás, a esa sensación de vacío interior cuando no hay nadie que te respalde... como si mirases por encima del hombro y descubrieses repentinamente que ese espacio está vacío, yermo, con la típicas pelotas de hierba seca del oeste rodando por ahí y dando tumbos.
Nos asustan muchas cosas y aunque no lo reconozcamos nuestro mayor miedo es admitir que tenemos miedo y eso nos haga vulnerables.